El
pensamiento crítico no consiste en pensar de forma negativa o con
predisposición a encontrar fallos o defectos. Es un proceso o procedimiento
neutro y sin sesgo para evaluar opiniones y afirmaciones tanto propias como de
otras personas.
El
pensamiento crítico no es un intento por hacer que las personas piensen de la
misma manera, ya que, si bien varios individuos pueden aplicar el mismo
procedimiento, las prioridades, principios y lista de valores que, como se
observa en la figura 1, afectan al razonamiento son diferentes para cada
persona. Es decir, muchos podrían contar información o experiencias nuevas que
otros no cuentan, para que, con el mismo principio, se lleguen a conclusiones
totalmente diferentes.
Adicionalmente, siempre habrá diferencias en la
percepción y las necesidades emocionales básicas que harán definitivamente
imposible que todos piensen de la misma forma, a pesar de la ponderación
objetiva que haga el razonamiento crítico, pues ésta sigue tratándose de
información extra.
El
pensamiento crítico no trata de cambiar la propia personalidad; incrementa la
objetividad consciente, pero se siguen sintiendo los prejuicios habituales.
El
pensamiento crítico no es una creencia. El pensamiento crítico puede evaluar la
validez de las creencias, pero no es una creencia en sí, es un procedimiento.
El
pensamiento crítico no reemplaza ni minimiza los sentimientos o emociones. Sin
embargo, algunas decisiones emocionales que son también decisiones críticas,
tales como decidir casarse o tener hijos, pueden considerarse desde múltiples
puntos de vista.
El
pensamiento crítico no favorece ni representa específicamente a las actividades
científicas. Sus argumentos pueden usarse para favorecer opiniones contrarias a
las comúnmente aceptadas en el marco científico.
Los
argumentos basados en el pensamiento crítico no son necesariamente siempre los
más persuasivos. Con gran frecuencia los argumentos más persuasivos son los
destinados a recurrir a las emociones más básicas como el miedo, el placer y la
necesidad, más que a los hechos objetivos. Por esta razón, es común encontrar
en los argumentos más persuasivos de muchos políticos, telepredicadores o
vendedores una intencionada falta de objetividad y de razonamiento crítico.
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