Si la educación no sirve para enseñar el sagrado arte de vivir con plenitud, no vale nada. Una escuela, que no innova permanentemente es un dinosaurio que sólo drena energía; la educación que no es rebelde, definitivamente no sirve. Cotidianamente contemplamos los resultados de una educación que suprime la creatividad e induce a vivir domesticados y sumisos, aceptando lo inaceptable, resignados a una vida sin sentido, consolándonos con el fin de semana y la vacación anual. ¿Jóvenes amaestrados? No gracias, ninguna domesticación es recomendable. Precisamos repoblar el planeta de nuevos seres humanos, ellos emergerán de hogares felices y escuelas de sabiduría donde la vida sea la materia más importante. Seamos fieles a la vida, comencemos a reconciliarnos con la incertidumbre que la caracteriza y el misterio que la envuelve; un fragmento de sueño es suficiente para comenzar: la actualización del abrazo pendiente, la ampliación de los límites que cada uno descubre al despertar su consciencia. (Autor desconocido)
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