La
Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el 22 de diciembre de 1993 la
resolución por la que el 22 de marzo de
cada año fue declarado Día Mundial del Agua, a celebrarse a partir de 1993,
en conformidad con las recomendaciones de la Conferencia de la Naciones Unidas
sobre Medio Ambiente y Desarrollo contenidas en el Capítulo 18 (Recursos de
Agua Dulce) de la Agenda 21.
Uno
de los desafíos más graves ante los que se encuentra el mundo de hoy es la
crisis del agua que se avecina: en efecto, en el siglo pasado la demanda
mundial de este precioso elemento se multiplicó por más de seis mientras que la
población del planeta se triplicó. De no mejorar la gestión de los recursos
hídricos y los ecosistemas conexos, en 2025 dos tercios de la humanidad padecerán
problemas de penuria de agua grave o moderada.
La
UNESCO ha desempeñado una función decisiva en la promoción del tema del Día
Mundial del Agua, con la creación del Programa Hidrológico Internacional. En
1975, lideró las iniciativas destinadas a proporcionar una base científica que
permitiera evaluar los recursos hídricos mundiales y elaborar principios éticos
y socioeconómicos por lo que se guiaran las prácticas de ordenación y
aprovechamiento de los recursos hídricos, especialmente en las zonas áridas.
Probablemente
el agua sea el único recurso natural que atañe a todos los aspectos de la
civilización, desde el desarrollo agrícola e industrial hasta los valores
culturales y religiosos arraigados en la sociedad. La vida en el planeta
comenzó con el agua y ese nexo entre la vida y el agua sigue intacto. De hecho,
a lo largo de la historia de la humanidad la necesidad y la demanda de agua han
sido un motor del desarrollo social, económico y cultural. No es exagerado
afirmar que si hay una crisis del agua también habrá una crisis del desarrollo.
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