Revisando un cuadernillo publicado por Unesco sobre
respuestas ante el bullying homofóbico, me encuentro en la Introducción un párrafo
que seguramente se repite en otros textos:
"Asistir a la escuela o universidad es más que
simplemente aprendizaje, es también importante para el desarrollo social y
psicológico de las personas jóvenes y debería proporcionar un ambiente
protegido y estructurado, que provee apoyo emocional y la oportunidad de
interactuar con sus pares."
Si uno lo lee de pasada, parece obvio y sigue como si nada.
Pero en ese párrafo hay muchas cosas que merecen conversarse en profundidad,
discutirse y comprenderse. Cosas que valdría la pena que fueran temas centrales
en la formación inicial y permanente de las y los docentes. Los asuntos que
quiero resaltar pueden resumirse en tres:
1) el aprendizaje en la escuela no puede reducirse al
aprendizaje de unas materias o a temas específicos de un "programa",
se trata del desarrollo social y psicológico de las personas, del desarrollo
individual y colectivo de las potencialidades humanas para la vida en común; 2) esos aprendizajes para la vida en común no son un asunto
meramente individual, son aprendizajes que se adquieren y desarrollan en la
interacción social y no son adquiridos solamente por cada individuo sino que
también son aprendizajes adquiridos por el colectivo, que crean bases para la
transformación del presente, para la construcción de vida buena para todas y
todos; y
3) la escuela es un espacio de la vida social donde
transcurre buena parte de la vida de las "personas jóvenes" (niñas,
niños, adolescentes), no se trata sólo de prepárales para un futuro sino
también de ofrecer condiciones para una vida buena en el presente, de
garantizar un espacio bueno para nuestras niñas, niños y jóvenes.
Cada uno de estos tres asuntos merecería una ilustración,
intentando entendernos para cambiar lo que hoy es en gran medida nuestra
educación y nuestra escuela (sea de educación inicial, primaria, media o
universitaria).
La expresión "es más que simplemente aprendizaje"
nos lleva a preguntarnos qué entendemos por aprendizaje. Como todas las
palabras, "aprender" quiere decir muchas cosas, la usamos con
sentidos distintos. Decimos que aprendemos, cuando conocemos un hecho, nos
informamos de algo que antes no sabíamos, cuando alguien dice: "todos los
días se aprende algo" usualmente se refiere a la adquisición de una
información. Este es el sentido más usual. Pero cuando se habla de aprender en
la escuela muchos ya dan por entendido que no solamente se trata de informarse,
sino de apropiarse de capacidades, desarrollar nuestras potencialidades; y
entonces, aprender se usa más bien como en aprender a leer y escribir, aprender
a contar o a sumar y, más ambiciosamente, como en aprender a pensar
críticamente, aprender a entender relaciones, aprender a vivir con los demás, o
aprender a apreciarse a uno mismo, aprender a manejar (una bicicleta, un carro
o un camión)... El abanico de sentido de los aprendizajes a veces se resume en
las expresiones popularizadas por el Informe Delors: "aprender a
ser", "aprender a conocer", "aprender a hacer" y
"aprender a convivir". El papel de la escuela y del aprendizaje escolar,
lo entendía Simón Rodríguez como, nada más y nada menos, el de "crear
voluntades". Si se trata de una
escuela para aprender a vivir, ¿no es acaso eso "desarrollo social y
psicológico"?
Pero, la presión social más permanente en la vida real es
para que en la escuela se "aprendan cosas". El aprendizaje, en lo
cotidiano del aparato escolar se parece más al aprendizaje de las materias que
al aprendizaje de la vida y al desarrollo de las potencialidades. Y entonces
uno se encuentra, más frecuentemente, con maestras y familias que entienden que
lo más importante es saberse algo, hacer la tarea, saberse la tabla, conocer
los nombres de las capitales, enumerar obras de Reverón o resolver unas
divisiones difíciles. Y eso se premia. Lo contrario se castiga. Aunque después
se espere que la gente se desenvuelva en sociedad, que sea consciente, que lea
bien y entienda, que se exprese con sus propias palabras.
Cuando se dice que no es simplemente aprendizaje, se
subraya que no es simplemente aprendizaje de materias y cosas, sino que se
trata de desarrollo social y psicológico, o mejor, que se trata del desarrollo
de las personas; un desarrollo que, por cierto, no puede ser solamente
individual, o ¿es que acaso se puede aprender a convivir (que es vivir en
sociedad, con los demás, en relación de respeto, afecto, solidaridad) solo o
sola? Este aspecto es más difícil de entender aunque sea evidente. La
dificultad radica en el peso de la idea de que cada quien aprende por su
cuenta, idea reforzada por las notas (la escuela de la vida real es
fundamentalmente una institución evaluadora). La escuela se piensa, esta es la
idea predominante aunque se escriba lo contrario en intenciones y programas,
como una actividad homogénea y masificada (la misma clase y las mismas tareas para
todas y todos) pero, a la vez, individualizante, donde cada quien se vale por
sí mismo o por sí misma, contra los demás; si se duda de esto piénsese en, por
ejemplo, que muchas y muchos de nuestros buenos y buenas estudiantes terminan
rechazando los trabajos en equipo o entendiéndolos como la suma de los trabajos
individuales; o en que muchas y muchos no puedan entender cómo jornada de
aprendizaje una dirigida a compartir, apreciar la naturaleza o el arte, sin una
inmediata y posterior tarea individual dirigida a la evaluación por parte de la
profesora o el maestro. Ese ambiente de masificación individualista que
parecería a primera vista contradictorio es consistente con el de ciudades en
que hay multitudes en la calle haciendo más o menos lo mismo pero sin que nadie
se preocupe por nadie.
La reducción de los aprendizajes a objetivos y actividades
evaluables, es consistente con la visión de la escuela como espacio alienado,
de masificación y promoción del individualismo (del sálvese quien pueda). Ambas
características son también consistentes con una visión de la escuela como
momento de aislamiento, de separación o suspensión de la vida, donde se va a
hacer " lo que se tiene que hacer", donde se postergan los propios
intereses para cumplir con la promesa de un beneficio futuro y posterior al
aprendizaje. Nada más parecido al trabajo alienado, ese donde se vende la
fuerza de trabajo (el tiempo y el esfuerzo) a cambio de dinero; donde no se
trabaja para producir bienes o servicios para el beneficio colectivo, donde no
hay por tanto valor de lo que se hace sino después, cuando se dispone del
dinero y el propio tiempo para vivir (que es hacer lo que uno quiere o lo que
para uno tiene sentido). La escuela como postergación supone que el aprendizaje
escolar no es parte de la vida.
Podemos imaginar una escuela que sea parte significativa y
valiosa de la vida, cuyo centro sea la gente, la sensibilidad, la comprensión,
la convivencia, el diálogo, el debate argumentado, el desarrollo de tareas
interesantes que se corresponden con la curiosidad, necesidad e intereses de
quienes aprenden, lugar para el ejercicio de la creatividad y la participación,
para la convivencia y el trabajo solidario... Sabemos que en las aspiraciones
de la mayoría de maestras y maestros esto está presente, aunque se tropiece
constantemente con el edifico real de un sistema que camina por otro lado,
mientras no lo cambiemos en concreto.
Humberto
J. González Silva
hgonzalezs@gmail.com
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