Radio Dubén Stereo.

lunes, 18 de mayo de 2020

Escuela como espacio de vida. Por el Profesor Humberto González.

Revisando un cuadernillo publicado por Unesco sobre respuestas ante el bullying homofóbico, me encuentro en la Introducción un párrafo que seguramente se repite en otros textos:
"Asistir a la escuela o universidad es más que simplemente aprendizaje, es también importante para el desarrollo social y psicológico de las personas jóvenes y debería proporcionar un ambiente protegido y estructurado, que provee apoyo emocional y la oportunidad de interactuar con sus pares."
Si uno lo lee de pasada, parece obvio y sigue como si nada. Pero en ese párrafo hay muchas cosas que merecen conversarse en profundidad, discutirse y comprenderse. Cosas que valdría la pena que fueran temas centrales en la formación inicial y permanente de las y los docentes. Los asuntos que quiero resaltar pueden resumirse en tres:
1) el aprendizaje en la escuela no puede reducirse al aprendizaje de unas materias o a temas específicos de un "programa", se trata del desarrollo social y psicológico de las personas, del desarrollo individual y colectivo de las potencialidades humanas para la vida en común; 2) esos aprendizajes para la vida en común no son un asunto meramente individual, son aprendizajes que se adquieren y desarrollan en la interacción social y no son adquiridos solamente por cada individuo sino que también son aprendizajes adquiridos por el colectivo, que crean bases para la transformación del presente, para la construcción de vida buena para todas y todos; y
3) la escuela es un espacio de la vida social donde transcurre buena parte de la vida de las "personas jóvenes" (niñas, niños, adolescentes), no se trata sólo de prepárales para un futuro sino también de ofrecer condiciones para una vida buena en el presente, de garantizar un espacio bueno para nuestras niñas, niños y jóvenes.
Cada uno de estos tres asuntos merecería una ilustración, intentando entendernos para cambiar lo que hoy es en gran medida nuestra educación y nuestra escuela (sea de educación inicial, primaria, media o universitaria).
La expresión "es más que simplemente aprendizaje" nos lleva a preguntarnos qué entendemos por aprendizaje. Como todas las palabras, "aprender" quiere decir muchas cosas, la usamos con sentidos distintos. Decimos que aprendemos, cuando conocemos un hecho, nos informamos de algo que antes no sabíamos, cuando alguien dice: "todos los días se aprende algo" usualmente se refiere a la adquisición de una información. Este es el sentido más usual. Pero cuando se habla de aprender en la escuela muchos ya dan por entendido que no solamente se trata de informarse, sino de apropiarse de capacidades, desarrollar nuestras potencialidades; y entonces, aprender se usa más bien como en aprender a leer y escribir, aprender a contar o a sumar y, más ambiciosamente, como en aprender a pensar críticamente, aprender a entender relaciones, aprender a vivir con los demás, o aprender a apreciarse a uno mismo, aprender a manejar (una bicicleta, un carro o un camión)... El abanico de sentido de los aprendizajes a veces se resume en las expresiones popularizadas por el Informe Delors: "aprender a ser", "aprender a conocer", "aprender a hacer" y "aprender a convivir". El papel de la escuela y del aprendizaje escolar, lo entendía Simón Rodríguez como, nada más y nada menos, el de "crear voluntades".  Si se trata de una escuela para aprender a vivir, ¿no es acaso eso "desarrollo social y psicológico"?
Pero, la presión social más permanente en la vida real es para que en la escuela se "aprendan cosas". El aprendizaje, en lo cotidiano del aparato escolar se parece más al aprendizaje de las materias que al aprendizaje de la vida y al desarrollo de las potencialidades. Y entonces uno se encuentra, más frecuentemente, con maestras y familias que entienden que lo más importante es saberse algo, hacer la tarea, saberse la tabla, conocer los nombres de las capitales, enumerar obras de Reverón o resolver unas divisiones difíciles. Y eso se premia. Lo contrario se castiga. Aunque después se espere que la gente se desenvuelva en sociedad, que sea consciente, que lea bien y entienda, que se exprese con sus propias palabras.
Cuando se dice que no es simplemente aprendizaje, se subraya que no es simplemente aprendizaje de materias y cosas, sino que se trata de desarrollo social y psicológico, o mejor, que se trata del desarrollo de las personas; un desarrollo que, por cierto, no puede ser solamente individual, o ¿es que acaso se puede aprender a convivir (que es vivir en sociedad, con los demás, en relación de respeto, afecto, solidaridad) solo o sola? Este aspecto es más difícil de entender aunque sea evidente. La dificultad radica en el peso de la idea de que cada quien aprende por su cuenta, idea reforzada por las notas (la escuela de la vida real es fundamentalmente una institución evaluadora). La escuela se piensa, esta es la idea predominante aunque se escriba lo contrario en intenciones y programas, como una actividad homogénea y masificada (la misma clase y las mismas tareas para todas y todos) pero, a la vez, individualizante, donde cada quien se vale por sí mismo o por sí misma, contra los demás; si se duda de esto piénsese en, por ejemplo, que muchas y muchos de nuestros buenos y buenas estudiantes terminan rechazando los trabajos en equipo o entendiéndolos como la suma de los trabajos individuales; o en que muchas y muchos no puedan entender cómo jornada de aprendizaje una dirigida a compartir, apreciar la naturaleza o el arte, sin una inmediata y posterior tarea individual dirigida a la evaluación por parte de la profesora o el maestro. Ese ambiente de masificación individualista que parecería a primera vista contradictorio es consistente con el de ciudades en que hay multitudes en la calle haciendo más o menos lo mismo pero sin que nadie se preocupe por nadie.
La reducción de los aprendizajes a objetivos y actividades evaluables, es consistente con la visión de la escuela como espacio alienado, de masificación y promoción del individualismo (del sálvese quien pueda). Ambas características son también consistentes con una visión de la escuela como momento de aislamiento, de separación o suspensión de la vida, donde se va a hacer " lo que se tiene que hacer", donde se postergan los propios intereses para cumplir con la promesa de un beneficio futuro y posterior al aprendizaje. Nada más parecido al trabajo alienado, ese donde se vende la fuerza de trabajo (el tiempo y el esfuerzo) a cambio de dinero; donde no se trabaja para producir bienes o servicios para el beneficio colectivo, donde no hay por tanto valor de lo que se hace sino después, cuando se dispone del dinero y el propio tiempo para vivir (que es hacer lo que uno quiere o lo que para uno tiene sentido). La escuela como postergación supone que el aprendizaje escolar no es parte de la vida.
Podemos imaginar una escuela que sea parte significativa y valiosa de la vida, cuyo centro sea la gente, la sensibilidad, la comprensión, la convivencia, el diálogo, el debate argumentado, el desarrollo de tareas interesantes que se corresponden con la curiosidad, necesidad e intereses de quienes aprenden, lugar para el ejercicio de la creatividad y la participación, para la convivencia y el trabajo solidario... Sabemos que en las aspiraciones de la mayoría de maestras y maestros esto está presente, aunque se tropiece constantemente con el edifico real de un sistema que camina por otro lado, mientras no lo cambiemos en concreto.

Humberto J. González Silva
hgonzalezs@gmail.com

Libro: Educación y Pandemia. Una Visión Académica








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